Qué lindo es el mar cuando no hay que atravesarlo

Veo tu color turquesa y creo que sos el mismo para mí y para todos.

Siento que hay que estar dormidos o tontos para no disfrutar de una comida o un paseo mientras vos, gigante, inventás olas pequeñas que nos traen el color verde hasta la orilla para pintarnos los pies de esperanza.

Sos el Mediterráneo, el joven fiestero, el hijo de los dioses, el que invita a tomar el sol, cantar, bailar, meditar, dormir o hacer deporte.

Pero no. No siempre sos eso. 

Te vemos así los que compramos las mismas gafas y miramos la vida de este lado del mundo entre palmas, mejillones y festejos.

Para los de la otra orilla no sos éste. 

Allá … sos el joven de carácter raro que todos quieren tener como amigo, sos el palacio con la puerta secreta, la que te lleva (si la encontrás) a una vida increíble y con futuro.

Y aunque tus aguas también sean turquesa, allá es más importante que estén en calma.

Aunque tu calidez sea beneficiosa, allá es más importante que no rujas para que la inestable balsa aguante.

Aunque muchos puedan nadar hasta la boya naranja, es fundamental que tu corriente traiga vidas a este lado del desequilibrado mundo aunque pierdan brújulas y papeles. 

LLEGAR es estar en el borde de la esperanza y poder tocarla … es ver por primera vez las olas tiñiendo de verde los pies descalzos y decir o pensar «qué lindo es el mar cuando no hay que atravesarlo».

Te canto con ritmos diversos y me gusta … pero me siento mejor cuando tu noche se queda sin palmas … en silencio … y puedo bailar con los ecos de los tambores que suenan y sueñan del otro lado de tus pechos.

Soy un marinero que no sabe nadar y te piensa con cuerpo de mujer, idílica, homérica.

Te veo con las gafas de aquí … con todos mis marcos y limitaciones. Te toco las palmas con los dedos juntitos, te acaricio la arena y te pienso con un fondo de algas verdes, corales y turquesas.

Pero no. Al menos no … así … siempre.

Allá te navegan, te rezan, te piden, te leen de corrido, obligados, vacíos de comida y llenos de esperanza.

Allá te veneran como al agua que hay que domar, a la que hay que ofrendar madera y piedritas para que siga durmiendo con la panza llena.

Yo floto.

Ellos saltan.

Yo investigo.

Ellos arriesgan.

Yo disfruto.

Ellos se salvan.

En la nada … nadan.

Yo vivo.

Muchos mueren.

No hay final feliz cuando pienso en vos.

No se aplaca mi dolor aunque en Ibiza sigan la fiesta.

Desconocer las cifras reales no hace que me duela menos.

No me siento mejor cuando un barco rescata a treinta mientras se hunden cientos.

Orillas … el contorno de un cuerpo de mujer.

Sos vos … mar, sos el que no tiene la culpa, sos Mediterráneo, dos caras, a medias … en el medio de muchas vidas.

El ojo de mi mundo está enfermo y no se quiere abrir. 

Vos sos de agua, nosotros nos hemos vuelto de piedra y no vemos, ni oímos, ni actuamos.

Nosotros de este lado seguimos con las gafas de sol aunque esté nublado y tenemos las orejeras puestas aunque no es invierno.

Arriba el agua es transparente, es de colores, es arco iris … no nos hagas mirar abajo (pensamos).

Vos tenés los pies llenitos de callos, de dolores y reumas. Vos sos también todos esos cuerpos que no duermen porque esperan. 

Vos estás pidiendo médicos … y nosotros te bloqueamos la cita. 

Ya ves, hasta para el Mar Mediterráneo, el sistema da fallos.

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